Trípoli celebra su primer fin del ramadán sin Gadafi

Alberto Pradilla TRÍPOLI / SERVICIO ESPECIAL

INTERNACIONAL

Decenas de miles de libios celebraron el Aid el Fitr en la capital liberada

01 sep 2011 . Actualizado a las 11:37 h.

«Le hemos arrebatado la celebración de la boca». Abdulmonem, de 50 años, impecablemente trajeado y con unas enormes gafas de sol, era uno de los últimos en abandonar la plaza Verde (rebautizada como plaza de los Mártires) tras el multitudinario y madrugador rezo que celebró ayer el fin del ramadán. No solo se ha terminado el severo ayuno que se agrava por el abrasador calor libio. Por primera vez en 42 años, los tripolitanos cierran el mes sagrado con el convencimiento de que el régimen de Muamar el Gadaf?i ha llegado a su fin.

Aunque todavía es pronto para cantar victoria. Por eso, los cánticos patrióticos y los abrazos emocionados de combatientes que se reencontraban se mezclaron con un control exhaustivo: decenas de milicianos revisaban los accesos y, en lo alto de los principales edificios, francotiradores insurgentes controlando el perímetro. Hoy debería de haberse conmemorado el golpe de Estado que llevó al poder a Gadafi y que el coronel solía escenificar con masivas marchas de culto a su persona. En su lugar, cientos de banderas verdes, rojas y negras claman porque sea capturado cuanto antes.

«Gadaf?i siempre invitó a la gente a venir a rezar en Eid El Fitr [tres días de fiesta con los que concluye el mes de ayuno], pero nunca acudió tanta gente», celebraba Lufti Dugi-Dugi, un biólogo que acompañaba a su hijo y a su sobrino a comprar el imprescindible merchandising rebelde. Los tripolitanos no podían evitar hacer la comparación entre su primer ramadán libre y los mastodónticos fastos a los que les había acostumbrado el coronel cuando decidía darse un baño de masas.

Carteles quemados

«Paralizó esta zona durante una semana porque quería colgar una imagen suya tan grande que no sabían cómo colocarla», protesta Dugi-Dugi. Los enormes andamios amarillos que todavía permanecen en la zona avalan su versión. «Ahora ese cartel está quemado», alardea. Como muchas de las oficinas que circunvalan la plaza.

Lo cierto es que esta inmensa explanada en la que Gadaf?i acostumbraba a organizar sus masivas manifestaciones de asistencia obligatoria estaba abarrotada. Desde el amanecer, los minaretes de las mezquitas recordaban que había llegado el momento de la oración. Desde las siete de la mañana, cientos de hombres, vestidos con el traje blanco tradicional de estas fechas y enarbolando la bandera tricolor, colocaban sus alfombras en el suelo mientras que las mujeres, de negro riguroso, permanecían relegadas a un segundo plano. Primero, el rezo. Después, la euforia. Y eso que las celebraciones se habían extendido desde la noche anterior, cuando el martilleo de los tiros al aire no descansó ni un minuto a pesar de los intentos del Consejo Nacional de Transición por prohibir una práctica que ya se ha cobrado varias vidas. «Esta es la mejor forma de celebrar el ramadán, pensaba que nos gobernaría durante 200 años», añade Bachir Dugi-Dugi, veterano de guerra que resultó herido en Zintan. Ahora tiene que caminar con muletas, pero está satisfecho.

«Es la mejor forma de celebrar el ramadán, pensaba que nos gobernaría durante 200 años»