La vida en un motel abandonado

MERCADOS

ALBERTO LOPEZ

28 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Imaginen a una familia de descendientes de emigrantes que han huido despavoridos de las miserias de su país. Una familia que lleva una década en Galicia y que se ha ganado la vida honestamente con trabajos en la hostelería y en el servicio al hogar. Una familia con niños pequeños a la que un buen día, de buenas a primeras, le suben el alquiler a un precio desorbitado. Sin muchas opciones, buscan un nuevo hogar. Pero no encuentran absolutamente nada. Ni siquiera en un radio a ocho o diez kilómetros de distancia de donde vivían. Recorren agencias y recurren a contactos infructuosamente. Imaginen que esa familia tiene la suerte de conocer a un empresario local, propietario de un motel de carretera que languidece. Imaginen que el negocio cierra y que el dueño les ofrece una alternativa en la que todos salen ganando: ellos se hospedan provisionalmente allí hasta que encuentren piso y al mismo tiempo evitan que la propiedad se deteriore más o sea okupada. Imaginen los pasillos oscuros de ese motel en un anochecer de invierno. El eco de las conversaciones, la dificultad para calentar las estancias, la maleza trepando por las paredes. Ahora imaginen que se trata de una historia real, porque lo es. Y a esos padres, cada mañana, desayunando en la minúscula cocina del motel de carretera, preparando las mochilas del colegio de sus hijos y yendo a sus lugares de trabajo para ganar el mismo salario con el que antes podían costearse una vivienda y ahora no. Por las razones que sea; por la imparable eclosión de los pisos turísticos en algunas ciudades y villas, por una oferta pública para compra o alquiler que lleva décadas instalada en la más absoluta anemia, por la insuficiencia de las ayudas a las familias en grave riesgo de exclusión social... Conozco esta historia de primera mano y me resulta triste y aterradora, como si irrumpiesen de repente en mi cabeza las dos gemelas de El Resplandor. Porque la evolución de los precios de la vivienda se ha convertido para muchos trabajadores en eso. En una película de terror.