Vacunación, una responsabilidad colectiva

África González Fernández CATEDRÁTICA DE INMUNOLOGÍA EN EL CENTRO DE INVESTIGACIÓNS BIOMÉDICAS (CINBIO) DE LA UNIVERSIDAD DE VIGO. HASTA EL 2020 PRESIDENTA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE INMUNOLOGÍA

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

16 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ante esta pandemia global, junto a las medidas conocidas de higiene, mascarilla y distancia social, tenemos la mejor arma posible, y más económica: la vacunación frente al virus. En tan solo un año tenemos varias vacunas con una eficacia extraordinaria. Y, sin embargo, hay personas que no quieren inyectarse en todo el rango de edades. ¿Qué se puede hacer para convencerlas? 

La vacunación es una responsabilidad colectiva, no individual, donde debemos anteponer el beneficio general al particular. Pero seguramente este argumento no es suficiente. Hay varias tipologías de individuos que no quieren vacunarse, y por distintas causas.

Algunos no son antivacunas, pero tienen dudas. No lo han hecho desde la infancia, no se han contagiado y consideran que la inyección tiene riesgos.

Es la primera vez que hay una campaña de vacunación masiva a nivel global, y la rapidez en el desarrollo de las vacunas, la información al minuto y los datos de posibles efectos secundarios hacen que decidan no vacunarse. Lo que les diría es que el covid es mucho más grave, deja muchas más secuelas o puede matarles; y que las vacunas son muy seguras, les van a proteger de la enfermedad a ellos y también a su entorno cotidiano y familiar. Que confíen, que vean cómo países con casi todos vacunados pueden volver a abrazar a sus mayores, hijos, nietos; porque las vacunas protegen de la muerte y disminuyen el contagio y la transmisión de la enfermedad; lo hemos visto en las residencias y en los sanitarios. Que confíen en sus médicos y, si tienen dudas, les consulten, y que estos les atiendan presencialmente.

El grupo de negacionistas es el más radical y ningún argumento les es válido. Otros son antivacunas convencidos, minoritarios en España en relación a las vacunas infantiles, que anteponen su negativa a la salud de sus hijos. En estos casos, la experiencia está en intentar convencer, no imponer; exponer y no sancionar; informar y no obligar; concienciar y no juzgar. Cuando a las familias se les muestra la realidad, de forma relajada y con datos, suelen cambiar de opinión y vacunan a sus hijos.

Tal vez lo que tenemos que hacer es una campaña en positivo. En vez de mostrar datos del número de muertos diarios causados por el virus, cambiemos por el número de vidas que las vacunas salvan diariamente. Ojalá hubiéramos tenido vacunas en la gripe de 1918; se hubieran salvado 50 millones de personas. Ojalá tuviéramos vacunas eficaces para la tuberculosis, salvaríamos a más de 1,5 millones de personas cada año en el mundo, o para el SIDA (han muerto más de 39 millones).

Necesitamos que las personas se protejan, y ayuden a disminuir la transmisión del virus; que no se generen nuevas variantes, no más muertes, ni más enfermedad.

Desgraciadamente, es posible que haya muertes, sobre todo en la franja de menores de 60 años, aún sin vacunar, y sobre todo si se hacen fiestas multitudinarias y sin medidas de protección. Las personas inmunizadas ponen freno al virus. Sin la dosis, estamos en riesgo, nosotros y los demás, por eso la vacunación debe ser mundial. Necesitamos de todos para parar esta pandemia, y con las vacunas lo conseguiremos.