Así que pase el tiempo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

CARMELA QUEIJEIRO

25 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Y no habrá de pasar mucho para que las elecciones de febrero en Galicia comiencen a desvanecerse en el baúl donde guarda la memoria los recuerdos. Quedarán algunos pasquines que pedían el voto, carteles que continúan descoloridos pegados a una pared del muro que circunda el atrio. Se puede reconocer todavía a una diputada autonómica que va a llevar veinticuatro años de parlamentaria y tres convocatorias de candidata a la presidencia de la Xunta. Militante de la UPG con un mensaje transversalmente edulcorado. El cartel adquirió una palidez que el tiempo, que el sol del verano matizó, y aún así se adivina el rostro, la referencia amable del soberanismo maquillado. La candidata logró posicionar a su formación con los mismos resultados que años atrás sumó Beiras. El día siguiente a la jornada electoral parecía en sus declaraciones eufóricas que la ganadora, que la presidenta, era ella.

Ya han pasado algunos meses y la utopía se convirtió en distopía. En las tabernas ya nadie discute si ganó Feijoo en el tándem Rueda, o si este ultimo consolidó su cuestionado carisma en una frase convertida en grito de guerra, «sentidiño», como el ábrete sésamo de esta aldea celta, donde no pudo acampar, Sumar, como tampoco lo hicieron antes ni UPD, ni Podemos, ni Ciudadanos. Inexpugnable PP.

El mensaje de Vox no fue escuchado, la vox populi fue en esta ocasión de un pequeño partido que no salió de Ourense.

Sánchez, el presidente que aportó la amnistía a la campaña, fue penalizado en la persona de Best/ eiro, que prometió el oro y el moro y que jugó a vicepresidente con una presidenta nacionalista. Ni lo uno ni lo otro, y ahora las promesas, el crecimiento industrial que iba a llegar, la ambición de país, una autopista vertebral sin peajes, et altri, pueden esfumarse.

Así que pasen algunos meses más veremos que es muy difícil reducir las listas de espera, que los retoques no están siendo suficientes, que suprimir el impuesto de sucesiones es conveniente y deseable. Todo lo prometido es deuda.

No sé si escribo desde el otoño, o que pronto llegaran las Navidades, no sé si es un artículo de política ficción o de viejo periodista que ha visto cómo cambia su país, anclado en esa cordialidad política de una derecha centrada que parece, y lo es hasta ahora, inamovible. En los últimos cuarenta años, solo seis gobernó la izquierda .

Así que pase el tiempo quedará atrás aquel febrero y ya todo será melancolía política. Y el tiempo pasa raudo, veloz.