Samantha De Noia: «El whisky es un activo más seguro que el oro»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Xavi Jurio

La creadora de la empresa 9 Smoking Barrels imparte un curso en Vigo

16 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A pesar de su nombre, Samantha De Noia no es gallega ni inglesa. Es una italiana de Calabria afincada en España y experta en whisky que inició de niña ese camino viendo a su abuelo haciendo destilados, y siguió formándose como sumiller en Escocia, Suiza o Islandia. Hace dos años puso en marcha en Madrid la empresa 9 Smoking Barrels, agencia creativa dedicada a la formación, asesoría y captación de inversores de barricas de whisky escocés, «un activo más seguro que el oro», asegura. Hoy está en Vigo para impartir en la escuela de hostelería Harina Blanca un curso homologado por la Edinburgh Whisky Academy.

—¿Qué enseña?

—Se trata de dar una idea de la industria del whisky en un viaje de 360 grados alrededor de todo lo que abarca, desde la parte técnica a la producción, la historia... Son dos días intensos. Si se trabajas en hostelería es útil para saber qué vendes y si eres entusiasta, te da nociones para coleccionar, definir el paladar... No se necesita nivel previo.

—¿Puede rebatir que es una bebida pasada de moda?

—Es cierto que tiene esa imagen de bebida obsoleta de señor mayor, que se relaciona con el mundo masculino, de club de campo y fumador de puros. Pero son solo tópicos que hay que derribar. Como destilado siempre ha estado al alza en el mercado y la industria se está renovando para llegar a público más joven. Los nuevos consumidores quieren beber menos y mejor. Les interesa que los productos sean sostenibles y quién está detrás. Es un mundo apasionante. Hay un público virgen que reconquistar.

—¿Le preguntan mucho cuál es el mejor whisky?

—El mejor es el que te gusta. Si te gusta con cola, disfruta. Yo vendo educación y asesoramiento. Se trata de formar paladares y lo normal es empezar así. Una vez aprendes a apreciar uno de 40 años, no vas a querer echarle un refresco. Trabajo con gente que compra barricas de más de un millón de euros, pero se puede apreciar algún blend que la gente relaciona con mala calidad.