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Madeira, la región que redondeaba sus vinos en alta mar

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

Martina Miser

Alejandro Paadín contó, en una nueva Enoviaxe de Bodegas Martín Códax, la historia vitícola de una isla que llegó a ser una potencia mundial

04 may 2024 . Actualizado a las 10:36 h.

«Cualquier región importante de vino tiene un río o un mar, porque era la forma de salir al mercado. Pero en el caso de los vinos de Madeira la historia es distinta, porque son vinos que se forjaron en el mar, cuyo estilo quedó definido en las travesías». Así comenzó Alejandro Paadín, reconocido director general de Paadín Eventos, la segunda de las Enoviaxes que Bodegas Martín Códax celebró en su terraza y que, en esta ocasión, tenía a la isla de Madeira como protagonista. La suya fue una historia de conquistadores, de largas travesías marítimas y de una isla que, hace solo algunos siglos, era una potencia vitícola mundial, cuyos vinos se encontraban entre los más caros de los mejores restaurantes del mundo.

Cuenta Paadin que Madeira fue descubierta oficialmente por Zarco el Tuerto en el 1418 y que fue deforestada mediante incendios selectivos para plantar dos cultivos que entonces estaban en auge: la caña de azúcar y el viñedo. Este último se trajo de Creta, con lo que fue entonces cuando llegaron a la isla las primera vides de Malvasía, que hoy es una de las variedades más presentes. Tan prolífica fue la cosecha de caña, que la isla se convirtió en el principal abastecedor mundial de este producto, logrando incluso que bajara su precio. El problema llegó después de que se descubriera América, pues era más rentable producir caña de azúcar en Brasil, donde además había esclavos que abarataban aún más los costes.

De la caña de azúcar al vino

Es a partir de entonces cuando Madeira empieza a trabajar con el vino. En esa época, Oliver Cromwell promulga las actas de navegación, que dicen que cualquier producto que se quisiese enviar a las colonias desde Europa tenía que pasar por el Reino Unido. «Madeira no era considerado Europa y, además, todos los barcos tenían que pasar por ahí por cuestiones de navegación», contó Paadín. Los ingleses no les tenían en aquella época mucho cariño a los vinos de Madeira, «eran duros, muy ácidos», añadió. Aún así, como quedaba de camino, todos los barcos que pasaban por la isla rellenaban allí sus cubas. «Cuando llegaban a destino, los vinos no tenían nada que ver con los que habían salido de la isla, habían evolucionado durante las semanas que habían pasado en los barcos», aseguró. Las diferencias de temperatura, pues los barcos pasaban por las zonas delos trópicos, y la humedad, obraban el milagro. «Así, mientras los ingleses decían que eran unos vinos de baja calidad, a los estadounidenses les parecían de una calidad superior», añadió.

Cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando, empezaron a forzar la carga de barricas en los barcos que iban a las indias. Los barriles iban y volvía como lastre, solo con el objetivo de que el vino se desarrollara. Entonces, los vinos de la isla estaban considerados entre los mejores del mundo. «Estaban entre los más caros y aparecen en la primera carta de vinos del mundo», aseguró Paadín. Es más, en establecimientos hosteleros de Estados Unidos, las elaboraciones de la isla ocupaban buena parte de la carta y, de nuevo, estaban entre las más caras. Pero llegaron los barcos de vapor, que hicieron innecesaria esta práctica.

«Pensaron que lo que le daba el efecto al vino era el movimiento de los barcos, pero pronto se dieron cuenta de que eran las fluctuaciones térmicas y de humedad», contó Paadín. Fue entonces cuando desarrollaron la técnica del Estufagem, que consistía en caldear las salas de barricas o las barricas directamente. Actualmente, este sistema se utiliza solo para los vinos de granel, «porque Madeira autoriza la venta de vinos de granel, pero solo para cocina. Le añaden sal y pimienta», afirmó. Otra técnica desarrollada posteriormente fue la de Canteiro, que consistía en colocar las barricas en las zonas más altas para que se sometieran a temperaturas elevadas. Esto se hacía primero de forma natural, con el sol, pero ahora se utilizan también sistemas de calefacción. Es el método que se emplea para elaborar los vinos más longevos y prestigiosos.

Situación actual

Actualmente, en la isla existen ocho bodegas, que producen entre cuatro y cinco millones de litros al año, gran parte del cual se destina a exportación. Y, aunque no tienen el prestigio de antaño, analizando de forma histórica sus exportaciones se puede comprobar que la isla exporta cada vez menos vino, pero a mejores precios. «Los vinos de Madeira se venden a un precio medio de 6,85 dólares el litro en exportación. Es un precio muy alto teniendo en cuenta que ellos exportan graneles», aseguró Paadín.

En la isla se cultivan «19 variedades de uva amparadas, seis de las cuales son las más habituales y cuatro de ellas, las más prestigiosas», contó Paadín. Otra peculiaridad es que «allí no se habla de viñedo, el vino se hace en la bodega». Aún así, variedades como la Malvasía o la Boal se utilizan para elaborar los vinos más prestigiosos, los más añejos. También cultivan la Terrantez, «que es la más noble de Madeira», o la Sercial, que se usa para vinos secos. La Tinta Negra es la más abundante «y se utiliza para los vinos más económicos». Pero lo que, según Paadín, define más a estos vinos es que, a pesar de todo, conservan su acidez. «En nariz tienes un Oporto, en boca un rancio de Jerez y en boca la frescura de las zonas Atlánticas», concluyó. Por eso Madeira sigue en el mapa de las mejores regiones vitícolas, aunque no con el esplendor de antaño.