Marcela González sopla las siete velas del bar A Morriña de Valdoviño: «Viene gente de fuera a por el lacón, y la tortilla no envidia a la de Betanzos»

Carla Elías Martínez
Carla Elías FERROL

VALDOVIÑO

CESAR TOIMIL

Emigró a Galicia hace 16 años desde Buenos Aires atraída por sus raíces familiares

17 may 2024 . Actualizado a las 22:33 h.

La fama de las pizzas, los lacones y la tortilla del café-bar-pizzería A Morriña de Valdoviño traspasa fronteras. «En verano triunfan los lacones. Es lo que más nos piden, una cosa.... Vienen de fuera a por ellos. Los hacemos en el horno de leña y dicen que están buenísimos. Y las tortillas. Nos dicen que no tenemos nada que envidiar a Betanzos», agradece Marcela González (Argentina, 1961). Hace siete años cogió las riendas del bar conocido como El Doni al que rebautizó como A Morriña —«todos en algún momento tenemos morriña de algún lugar», comenta—. Y está de enhorabuena. Para soplar las siete velas, durante el mes de mayo tiene descuentos en pizzas entre semana y cañas a un euro el fin de semana.

Marcela lleva ya dieciséis años afincada en Ferrolterra. Recaló en esta esquina de Galicia atraída por la vinculación familiar. «Mi abuelo era gallego, de Salvaterra do Miño, y emigró a Argentina con mi padre de bebé, que se volvió a Galicia hace más de treinta años, a vivir a Santa Cecilia. Y me propuso venirme a trabajar aquí, aunque falleció un mes antes de que yo llegase», recuerda Marcela. En Buenos Aires era administrativa. «Acaba de separarme, tenía un hijo menor y tenía que hablar con el padre. Pero tenía claro que si me firmaba me venía a Galicia. Cuando eres una persona trabajadora puedes hacerlo en cualquier lugar del mundo», defiende.

Con la ayuda de unos amigos de Neda empezó a trabajar en el reparto de pan. «Llegué a Valdoviño repartiendo pan. En uno de los negocios a los que repartía, el dueño estaba malito y lo quería vender. Y se lo compré yo», recuerda. Así puso en marcha hace siete años A Morriña. «Mi abuelo tenía morriña, cantaba ondiñas veñen y se ponía a llorar. Seguía celebrando las fiestas gallegas con todos los que había emigrado en barco», recuerda su nieta. Destaca «esa capacidad de trabajo» de los gallegos que emigraron a Argentina. «Nadie sabe lo que es esa gente», ensalza.

CESAR TOIMIL

Con ese espíritu de trabajo emprendió con el café, que tiene un segundo negocio, una tiendita, a cargo de su hijo Diego Villalba. Su variedad de pizzas y su ubicación en el entorno de la playa de A Frouxeira ha vuelto muy popular el negocio de Marcela. «La gente quiere disfrutar, con su familia y amigos. Por eso en verano saco muchos lacones y tortillas. La gente se va a la fiesta y se lleva todo de aquí», explica Marcela. También entre los turistas que cada vez recibe en mayor medida Valdoviño. «Les muestro lo grande que son las pizzas. No me importa el idioma que hables», comenta.

¿Hay algo de sus raíces argentinas en la carta de A Morriña? «Realmente, no», bromea. Pero por encargo tiene una receta fetiche: «Empanadillas argentinas». «Y hace poco, con Toni, de la Saíña, le hice asado argentino. Le precio muchísimo porque es de esos hosteleros que te ayudan», valora.

«Mi hijo mayor, que está en Argentina, sabe que no vuelvo, quiero morir acá»

Marcela es una enamorada de Ferrolterra y Valdoviño. «Mi hijo mayor, que está en Argentina, sabe que yo no vuelvo más. Quiero morir acá y, por que no se puede, sino que mis cenizas se tirasen al mar», defiende. Y A Frouxeira es un lugar «impagable». «En el primer viaje que hizo mi hijo mayor acá me dijo: ‘Veo que has encontrado tu lugar en el mundo’», recuerda.

La hostelera es también una adelantada en cuanto a las condiciones laborales del sector, con un horario adaptado en invierno. «A veces se enojan conmigo porque me preguntan ‘¿Ya cierras?’ Y siempre defiendo que mis empleados tienen derecho a estar en casa con sus familias. Un chico que está a la mañana tiene un hijo, al que conocí con cuatro años, y siempre le digo que el tiempo que no pasa con él no se recupera. Cuando mi hijo tenía once años yo tenía tres trabajos, salía todo el día. Y no lo recuperas. Yo no voy a ser millonaria por vender una cerveza más», valora.

En verano les amplía el horario en los contratos para adaptarlos a una mayor carga de trabajo. «Este verano va a empezar a venir el pulpeiro también los viernes», avanza.