La esquela de Puigdemont

OPINIÓN

Glòria Sánchez | EUROPAPRESS

17 may 2024 . Actualizado a las 14:20 h.

El procés ha muerto. Aquella gran mentira independentista llevaba mucho tiempo en la uci. El 12M los catalanes certificaron su defunción donde hay que hacerlo, en urnas de verdad, en unas autonómicas que dieron la victoria a Salvador Illa, político antipolarización y candidato de Pedro Sánchez. Y ahora políticos y tertulianos debaten en platós y en redes: ¿está bien sepultado? ¿Es posible una resurrección futura? ¿O una clonación como la del perro fallecido con el que aún habla el presidente argentino, Milei?

Cuando hay dudas sobre un óbito, los gallegos, que somos gente sabia, miramos en el periódico si alguien ha puesto esquela. No hay prueba más determinante. ¿Hay alguna sobre el proceso secesionista? Muchas, en forma de posicionamientos y maniobras políticas.

La más clara la puso uno de los padres de la criatura, Oriol Junqueras, que dimitió de todo para «no renunciar a nada» en una ERC en la que cotizan a la baja los «liderazgos mesiánicos». No se me ocurre mejor definición para el caudillaje de otro de los popes procesistas, Carles Puigdemont. El fugado a Waterloo, ahora residente en el su de Francia, insiste en que su criatura vive para no tener que cumplir su gran promesa de precampaña: dijo que abandonaría la política si no lograba la presidencia. Olvidó añadir que, ya en aquel momento, y después de ocho segundos, suspendió aquella decisión. Como en aquella famosa y fugaz proclamación de independencia fake del 2017.